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Nadie en todo el mundo sabía que sobre el muro de Jericó vivía una mujer desgraciada que tenía fe para ser salva, una mujer que quería cambiar su situación de esclavitud espiritual y ser libre. ¡Pero Dios sí! Y en la lista en Hebreos de los grandes de la fe el Señor incluyó a Rahab, la prostituta que escondió a los espías.
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